Autora: Nina Ferrari. Editorial: Sudestada.

Todavía se le exige al arte que sea obediente, ordenado, independiente, que venda, que no se incline. Y se le exige al artista que no pertenezca a un lado o a otro, que no se le note, que sea útil, apolítico, que sea libre. Libre de sus verdades y sus ideas, lo que significa ser libre de lo que ama, de su dolor, de su rabia y de lo que le conmueve. Libre de sí mismo y de los otros cuando la necesidad de hacer arte surge desde siempre de la urgencia de decir, de compartir ese lenguaje secreto y misterioso que al nombrarlo me muestra en alguien más.

Quienes transitamos estos tiempos, sabemos que la palabra escrita por mujeres fue y será una huella, un testimonio vivo en la historia de nuestra libertad.

Nina escribe y afila las palabras para reclamar justicia, comida, techo y poesía en la Tierra que como decía Lorca, da sus frutos para todos.

Sin abstracciones, escribe con “la irreverencia de Charly y la ternura de Gilda” y se declara culpable por la voluntad de decir lo que la emociona. Por escapar de los escenarios que ofrecen los que mandan y llenar de poemas los carritos de los cartoneros y las manos de los vendedores ambulantes.

Suave vorágine

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Autora: Nina Ferrari. Editorial: Sudestada.

Todavía se le exige al arte que sea obediente, ordenado, independiente, que venda, que no se incline. Y se le exige al artista que no pertenezca a un lado o a otro, que no se le note, que sea útil, apolítico, que sea libre. Libre de sus verdades y sus ideas, lo que significa ser libre de lo que ama, de su dolor, de su rabia y de lo que le conmueve. Libre de sí mismo y de los otros cuando la necesidad de hacer arte surge desde siempre de la urgencia de decir, de compartir ese lenguaje secreto y misterioso que al nombrarlo me muestra en alguien más.

Quienes transitamos estos tiempos, sabemos que la palabra escrita por mujeres fue y será una huella, un testimonio vivo en la historia de nuestra libertad.

Nina escribe y afila las palabras para reclamar justicia, comida, techo y poesía en la Tierra que como decía Lorca, da sus frutos para todos.

Sin abstracciones, escribe con “la irreverencia de Charly y la ternura de Gilda” y se declara culpable por la voluntad de decir lo que la emociona. Por escapar de los escenarios que ofrecen los que mandan y llenar de poemas los carritos de los cartoneros y las manos de los vendedores ambulantes.