Autora: Márgara Averbach. Editorial: Quipu.

¿Ustedes nunca tuvieron la impresión de que lo que tienen en la mano se cae a propósito, y se cae de la peor manera posible, en el peor momento, en el peor lugar? ¿Y nunca les pareció que lo hace solamente para molestarlos, para ponerlos de mal humor? A la protagonista de este libro, le pasaba muy seguido: el agua del vasito decidía caérsele en la hora de dibujo justo cuando la seño la estaba mirando. Ella suponía que eso no iba a cambiar nunca. Hasta que un día, en la calle, conoció a un gato. No, no quiero decir que no era un gato cualquiera porque, por si no lo saben, ningún gato es "cualquiera": todos los gatos son mágicos. Esta es la historia del encuentro entre un gato y una nena. Es una historia de más de uno, como las que me gustan a mí, y es una historia en la que la magia y la vida de todos los días van juntas, de la mano. Porque hay magia en lo que vivimos: lo único que hace falta es quedarse un momento quieto hasta que los ojos se acostumbren a la luz y la veamos.

las cosas, el gato y yo

$8.300
Sin stock
las cosas, el gato y yo $8.300

Autora: Márgara Averbach. Editorial: Quipu.

¿Ustedes nunca tuvieron la impresión de que lo que tienen en la mano se cae a propósito, y se cae de la peor manera posible, en el peor momento, en el peor lugar? ¿Y nunca les pareció que lo hace solamente para molestarlos, para ponerlos de mal humor? A la protagonista de este libro, le pasaba muy seguido: el agua del vasito decidía caérsele en la hora de dibujo justo cuando la seño la estaba mirando. Ella suponía que eso no iba a cambiar nunca. Hasta que un día, en la calle, conoció a un gato. No, no quiero decir que no era un gato cualquiera porque, por si no lo saben, ningún gato es "cualquiera": todos los gatos son mágicos. Esta es la historia del encuentro entre un gato y una nena. Es una historia de más de uno, como las que me gustan a mí, y es una historia en la que la magia y la vida de todos los días van juntas, de la mano. Porque hay magia en lo que vivimos: lo único que hace falta es quedarse un momento quieto hasta que los ojos se acostumbren a la luz y la veamos.