Autor: Luisgé Martín. Editorial: Anagrama.

Pocos días antes de morir en un accidente, Guillermo le confiesa a su amigo Eusebio que mantiene relaciones sexuales sadomasoquistas con una misteriosa mujer. Eusebio decide buscar a esa mujer para contarle que Guillermo ha muerto. Y cuando la encuentra se queda hechizado por ella. No se atreve a decirle nada para no tener que desvelar los secretos que conoce, para no ahuyentarla. Poco a poco se van enamorando. Eusebio espera que ella le pegue, le humille y le maltrate sexualmente como hacía con Guillermo, pero Julia sólo le da caricias y ternura. Ése es el principio de la terrible duda que se abre paso en los pensamientos de Eusebio: ¿una y otra son la misma mujer?  La novela es la historia de una obsesión y de un camino hacia el infierno. Luisgé Martín vuelve a indagar en los laberintos más oscuros del alma humana y a pintar esos dilemas existenciales en los que tanta importancia tienen las pasiones sexuales heterodoxas, en la frontera de toda moralidad y toda ley.

«Luisgé Martín desciende (y nos conduce) una vez más a los abismos del amor y del sexo (y de la congoja y la humillación, y de la ternura y la perversión) en La mujer de sombra, una narración hipnótica y desasosegante, que me trae a la memoria algunas de Tanizaki» (Manuel Rodríguez Rivero, Babelia, El País).

«He leído La mujer de sombra de un tirón, porque interrumpir la lectura cuesta tanto como no mirar el coche estrellado en el arcén… No puedes evitarlo, tu mirada busca el cuerpo de la víctima. Es el morbo, sí, se trata de una novela muy morbosa… Degradación, envilecimiento y transgresión son el tobogán por el que nos desliza Luisgé Martín» (Rafael Reig, ABC).

«Un relato que se sumerge en los dominios del Mal, así, en mayúsculas... Una novela que encuentra en la maestría formal, en la adjetivación certera, en el uso elocuente de la elipsis, todo ello unido al acomodo a estrategias detectivescas inusuales, un modo inesperado de afrontar paseos por el filo del abismo» (Enrique Turpin, La Vanguardia).

La mujer de sombra

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Autor: Luisgé Martín. Editorial: Anagrama.

Pocos días antes de morir en un accidente, Guillermo le confiesa a su amigo Eusebio que mantiene relaciones sexuales sadomasoquistas con una misteriosa mujer. Eusebio decide buscar a esa mujer para contarle que Guillermo ha muerto. Y cuando la encuentra se queda hechizado por ella. No se atreve a decirle nada para no tener que desvelar los secretos que conoce, para no ahuyentarla. Poco a poco se van enamorando. Eusebio espera que ella le pegue, le humille y le maltrate sexualmente como hacía con Guillermo, pero Julia sólo le da caricias y ternura. Ése es el principio de la terrible duda que se abre paso en los pensamientos de Eusebio: ¿una y otra son la misma mujer?  La novela es la historia de una obsesión y de un camino hacia el infierno. Luisgé Martín vuelve a indagar en los laberintos más oscuros del alma humana y a pintar esos dilemas existenciales en los que tanta importancia tienen las pasiones sexuales heterodoxas, en la frontera de toda moralidad y toda ley.

«Luisgé Martín desciende (y nos conduce) una vez más a los abismos del amor y del sexo (y de la congoja y la humillación, y de la ternura y la perversión) en La mujer de sombra, una narración hipnótica y desasosegante, que me trae a la memoria algunas de Tanizaki» (Manuel Rodríguez Rivero, Babelia, El País).

«He leído La mujer de sombra de un tirón, porque interrumpir la lectura cuesta tanto como no mirar el coche estrellado en el arcén… No puedes evitarlo, tu mirada busca el cuerpo de la víctima. Es el morbo, sí, se trata de una novela muy morbosa… Degradación, envilecimiento y transgresión son el tobogán por el que nos desliza Luisgé Martín» (Rafael Reig, ABC).

«Un relato que se sumerge en los dominios del Mal, así, en mayúsculas... Una novela que encuentra en la maestría formal, en la adjetivación certera, en el uso elocuente de la elipsis, todo ello unido al acomodo a estrategias detectivescas inusuales, un modo inesperado de afrontar paseos por el filo del abismo» (Enrique Turpin, La Vanguardia).