Autora: Nina Ferrari. Editorial: Sudestada.

No importa de dónde vengamos porque vamos para el mismo barrio y terminamos haciendo lo mismo: ver crecer las flores desde abajo descansando adentro de una cajita que se llama ataúd. Mientras tanto, ¿qué hacemos? Ese espacio vacío que cada persona llena con lo que puede, con lo tenga a mano, con lo que le toca en suerte, es lo que se llama vida. En este libro de cuentos, la narradora y, sobre todo, poeta Nina Ferrari se mete con eso: con el momento del desastre en el corazón del cotidiano. Porque la literatura está para eso: para meterse con esas cuestiones que no encuentran espacio –ni es aceptado– en ningún otro lugar. La literatura, entonces, ensancha la experiencia y revela lo que está por debajo de los radares –y la alfombra– de la sociedad. Por eso, estos cuentos de Alarido son cápsulas de adrenalina que pegan en el ojo, impactan en el pecho y luego se quedan dando vueltas en la cabeza. Son muchas voces –eso es un valor literario que el libro enarbola y la pluma de Nina realza– peleando contra el paso del tiempo –¿o es la pura pérdida?– para descubrir lo imposible: alguna verdad provisoria, algún pedacito de tierra firme, cierto encanto en una guerra disfrazada de legalidad. 

Hay un cuento que empieza así: Una vida, real. Vamos de la cuna a la tumba y nos preguntamos junto a Nina: ¿qué es la realidad? Bueno, la lectura es ese vehículo que nos permite ingresar en ese fuego –Lo Real– que queremos apagar para no terminar con la piel quemada. Quizás es un proceso de caída (como el que viven algunos de estos personajes de Alarido) y recuperarse para distinguir y diferenciar el sonido de las balas del de las caricias. Como dice en otro cuento: Esa es la sirena de la ambulancia, y aquella la del patrullero. Aprender a diferenciarlas es vital para la supervivencia. Alarido ayuda a que las historias no mueran en el olvido de los barrios y se filtren en nuestros labios para seguir pensando varias cosas importantes: ¿Qué hacemos? ¿Por qué lo hacemos? ¿Para quién lo hacemos? Los cuentos de Nina Ferrari no dan soluciones porque ese no es su trabajo. Su trabajo es construir la belleza de las preguntas. Alarido se impone como una fuerza poética y narrativa que inquieta, seduce y descoloca. 

Walter Lezcano

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Autora: Nina Ferrari. Editorial: Sudestada.

No importa de dónde vengamos porque vamos para el mismo barrio y terminamos haciendo lo mismo: ver crecer las flores desde abajo descansando adentro de una cajita que se llama ataúd. Mientras tanto, ¿qué hacemos? Ese espacio vacío que cada persona llena con lo que puede, con lo tenga a mano, con lo que le toca en suerte, es lo que se llama vida. En este libro de cuentos, la narradora y, sobre todo, poeta Nina Ferrari se mete con eso: con el momento del desastre en el corazón del cotidiano. Porque la literatura está para eso: para meterse con esas cuestiones que no encuentran espacio –ni es aceptado– en ningún otro lugar. La literatura, entonces, ensancha la experiencia y revela lo que está por debajo de los radares –y la alfombra– de la sociedad. Por eso, estos cuentos de Alarido son cápsulas de adrenalina que pegan en el ojo, impactan en el pecho y luego se quedan dando vueltas en la cabeza. Son muchas voces –eso es un valor literario que el libro enarbola y la pluma de Nina realza– peleando contra el paso del tiempo –¿o es la pura pérdida?– para descubrir lo imposible: alguna verdad provisoria, algún pedacito de tierra firme, cierto encanto en una guerra disfrazada de legalidad. 

Hay un cuento que empieza así: Una vida, real. Vamos de la cuna a la tumba y nos preguntamos junto a Nina: ¿qué es la realidad? Bueno, la lectura es ese vehículo que nos permite ingresar en ese fuego –Lo Real– que queremos apagar para no terminar con la piel quemada. Quizás es un proceso de caída (como el que viven algunos de estos personajes de Alarido) y recuperarse para distinguir y diferenciar el sonido de las balas del de las caricias. Como dice en otro cuento: Esa es la sirena de la ambulancia, y aquella la del patrullero. Aprender a diferenciarlas es vital para la supervivencia. Alarido ayuda a que las historias no mueran en el olvido de los barrios y se filtren en nuestros labios para seguir pensando varias cosas importantes: ¿Qué hacemos? ¿Por qué lo hacemos? ¿Para quién lo hacemos? Los cuentos de Nina Ferrari no dan soluciones porque ese no es su trabajo. Su trabajo es construir la belleza de las preguntas. Alarido se impone como una fuerza poética y narrativa que inquieta, seduce y descoloca. 

Walter Lezcano